lunes, 17 de agosto de 2009

Laicismo

Qué se Entiende hoy por Laicidad?

La gente común entendía habitualmente por laicidad la separación de la Iglesia y del Estado y el no inculcar por obligación una creencia religiosa. Probablemente, asociaba a esas ideas un conjunto de valores republicanos. Desde hace algunas décadas, la gente común no sabe muy bien que quiere decir y percibe ciertas posturas rígidas y dogmáticas en los defensores de la laicidad. A través de la investigación y la experiencia, constatamos un claro debilitamiento de la práctica de la laicidad y de la vigencia del pensamiento laico en nuestras sociedades, y vemos que han perdido la capacidad de incidir como elementos progresistas, innovadores, creativos, removedores, fermentales, promotores de cambios, como lo fueran en otras épocas. Al mismo tiempo, también constatamos una búsqueda por actualizar, fortalecer, potenciar, regenerar, desarrollar su capacidad de incidencia en estos tiempos. Desde la perspectiva de la FM, se hace imprescindible iluminar con la verdad, con valores claros y firmes, la esencia misma de este concepto. Existen muchos materiales que refieren a los orígenes y a las implicancias más fuertes que tuvo en su época, pero hoy consideramos necesario plantear la laicidad con los valores y los contenidos propios del siglo XXI. Debemos hacerlo con la mente y el corazón abiertos, con responsabilidad y sentido común, fraternalmente, como si todos estuviéramos sentados en rueda bajo la sombra de un gran árbol, involucrando a los más ancianos y a los más jóvenes, a hombres y mujeres, a todos lo que integran la comunidad. Y en algún momento, más tarde o más temprano entre todos preguntar ¿porqué las instituciones laicas se volvieron dogmáticas? ¿qué piensan los jóvenes y los niños de la laicidad? ¿qué dicen de este tema las comunidades indígenas, los mestizos, los negros, los mulatos? ¿qué enseñanzas podemos extraer de la experiencia de estos dos siglos? ¿cuál es o cuál debería ser la laicidad del siglo XXI? ¿qué valores y de que manera intervienen? ¿cómo, de qué manera los promovemos en la sociedad?


Rastrear los Orígenes de la Laicidad

Los franceses jugaron un rol primordial en la conceptualización de la laicidad y en su puesta en práctica. No podría entenderse la laicidad sin la revolución francesa y todo lo que movió en las estructuras de las sociedades medievales y coloniales, particularmente las consecuencias que tuvo la separación de la Iglesia y del Estado, unidos en el poder terrenal durante muchos siglos .

Políticos, filósofos, artistas, educadores, científicos promovieron una visión filosófica preocupada por asegurar mayores libertades para el ser humano. Es una época en la cual surgen y se desarrollan realidades nuevas, como la sociedad democrática y republicana, la revolución industrial, el libre mercado, la escuela para todos, el Estado-Nación, los descubrimientos y teorías científicas, los movimientos socialistas, el surgimiento y desarrollo de la prensa escrita y de los libros, entre otras.

En la distribución de funciones formativas de niños y adolescentes en las sociedades de entonces, la familia como institución de base cumplió adecuadamente con la formación y la socialización inicial y otras instituciones sociales y culturales la complementaron y proyectaron a niveles específicos. En el nuevo marco institucional de los Estados - Naciones, la escuela tuvo la función de educar y socializar en todos los aspectos universales, sobretodo con los valores republicanos emergentes, logrando por esa vía asegurar un adecuado nivel de cohesión entre los miembros de una misma sociedad. Recordemos que Europa salía de predominio católico y feudal, con una estructura de poder combinada entre los nobles y el papado y que la fuerza de la reforma, el proceso de urbanización, el desarrollo de la economía colonial, el surgimiento de la burguesía y las ideas iluministas generaron condiciones propicias para un nuevo tipo de educación. ( ) Es suficientemente conocida la incidencia de las ideas de la FM en Europa y las tres Américas, en los siglos XVIII y XIX, y más particularmente referidas a la laicidad. El primer desafío fue democratizar el acceso a la lectura, a la información, y por esa vía, progresivamente, posibilitó a las grandes masas el acceso a los derechos ciudadanos. El tema religioso puesto fuera de la institución escolar, pasó a ser exclusiva responsabilidad de las familias, las cuales tuvieron la posibilidad de elegir si sus hijos tendrían o no una formación religiosa.

Decía Condorcet al respecto en 1791: “La constitución, al reconocer el derecho que tiene cada individuo a elegir su culto, y al establecer una completa igualdad entre los habitantes de Francia, no puede permitir en la instrucción pública una enseñanza que, al ser rechazada por una parte de los ciudadanos, destruya la igualdad de las ventajas sociales y dé a determinados dogmas particulares una superioridad contraria a la libertad de opiniones. Es, pues, rigurosamente necesario separar de la moral los principios de toda religión particular y no admitir en la instrucción pública la enseñanza de ningún culto religioso. Cada uno de ellos deberá ser enseñado en los templos por sus propios ministros. Los padres, cualquiera que sea su opinión sobre la necesidad de tal o cual religión, podrán entonces, sin repugnancia, enviar a sus hijos a los establecimientos nacionales, y el poder público no habrá usurpado los derechos de la consciencia bajo el pretexto de ilustrarla.”

Profundizar Conceptos de Laico, Laicismo, Laicidad

En algunos medios, el laicismo ha sido definido como una corriente de pensamiento o doctrina, o también como un movimiento de individuos “laicistas” que procuran independizar todos los servicios públicos y en especial los educativos, de toda influencia dogmática. También se ha definido la laicidad como una condición surgida en un ámbito `laicista', sus valores y formas de pensar (se habla de una moral `laicista') y de un actuar socialmente (métodos `laicistas'), lo cual si bien se expresa en una diversidad de opiniones, han tenido y tienen en común la búsqueda permanente de la convivencia social en el respeto del otro, del diferente, aceptando que cada uno puede y debe contribuir, al perfeccionamiento de la humanidad.

El llamado pensamiento laico, base de la laicidad, se desarrolló como un punto de vista integrado por un conjunto de concepciones y modelos teóricos y prácticos, asociados a principios y valores como libertad, libertad de pensamiento, libertad de expresión, tolerancia, pluralismo, independencia, antidogmatismo, solidaridad, división de poderes en el Estado, elecciones libres, etc. La laicidad ha sido impregnada desde sus orígenes por valores republicanos y humanistas, en armonía con la Declaración de Derechos Humanos, y por eso las instituciones laicas han defendido las libertades individuales y colectivas de todos los hombres y mujeres, sin distinciones de etnia, genero, nacionalidad, ideología, religión; ha promovido la solidaridad, la justicia, la equidad, la igualdad, en todos los planos de las actividades humanas; y ha promovido la fraternidad y la convivencia pacífica entre todos los seres humanos. La laicidad defendió la igualdad natural de los seres humanos, y el potencial de inteligencia y aprendizaje, de crecimiento y evolución común para todos. Se opuso a la imposición de una creencia o un dogma, a una verdad revelada que obligue a aceptarla por la fuerza. Por ello la laicidad ha sido durante dos siglos una actitud positiva y progresista ante la vida y las relaciones humanas. Es claro que en la historia, cuando aparecen los planteos totalitarios, los sectarismos, los dogmatismos, las dictaduras de cualquier tipo, la laicidad se debilita y pierde terreno. “Todas las creencias, alguna vez inspiraron nobles ejemplos de conducta, que constituyen un patrimonio moral común a toda la humanidad.”, señala José Ingenieros y a su vez recuerda que en el devenir de los siglos, “los pueblos se han apartado gradualmente de sus primitivas supersticiones, humanizando sus creencias y adaptándolas a condiciones sin cesar renovadas de la vida social.”

En esa misma perspectiva Paul Brunton señala que ”vivimos en una época de ciencia aplicada: el conocimiento viene primero; la creencia es secundaria. Enfrentamos todos los hechos o acontecimientos del mundo con un inquisitivo: “¿por qué?”. Existe una causa para cada efecto visible. Los viejos tiempos en que un suceso desconcertante se explicaba refiriéndose a la voluntad de Dios, o a la intervención de una ángel, han desaparecido, y han desaparecido para siempre. La verdad espiritual, por lo tanto, debe apoyarse en una base científica; no temer jamás ninguna pregunta, y no se debe rechazar al investigador honesto llamándolo irreligioso o ateo porque busca la verdad antes de creer”.

¿Cómo se Vinculan Laicidad y Valores?

El tema de los valores, y de la praxis de las virtudes, hace parte del aprendizaje inevitable del ser humano, en la medida que posibilita conocer e incorporar esos valores, traducirlos en actitudes y comportamientos prácticos, en hechos palpables. Desde el ángulo de la laicidad, este tema tiene aun mayor relevancia en la medida en que contribuye a fortalecer y a expandir la formación del ser humano como un ser integral, no solo considerarlo como un alumno de un centro educativo, también como hijo, potencialmente como ciudadano, padre, madre, trabajador, vecino, cónyuge, consumidor, espectador, etc.

Existe una relación activa y cotidiana entre la sociedad que somos y la sociedad que queremos construir, entre el ser humano que hoy somos y el que vamos haciendo con nuestro trabajo interior y las múltiples interacciones sociales. Desde una perspectiva de construcción de una sociedad que cultive y profese cotidianamente valores y virtudes de democracia, laicidad, pluralismo, respeto por el ser humano, equidad, respeto por la naturaleza, convivencia pacífica, etc., esto pasa fundamentalmente por vincular activamente la familia y la escuela. Y al individuo (niño, adolescente, joven) con ambas, a partir de conocer los roles y funciones específicos que cada institución asume hoy en su diversidad. En ambos ámbitos se debe encarar seriamente la dificultad constatada para aceptar la existencia de normas reguladoras de la vida en sociedad y el profundo reconocimiento y respeto por el `otro' como un igual y diferente, con todo lo que esto implica (tolerancia). El `otro' es el de la otra clase, del otro turno, es el vecino de la cuadra, el del otro barrio, otro sexo, otra generación, otro pueblo, otra religión, otro país, otra etnia, otra cultura. Esos `otros' tienen sueños, aspiraciones, intereses, ideas, opiniones, costumbres que no necesariamente compartimos y que muchas veces desconocemos. Pero además, debemos aprender a conocernos a nosotros mismos, a conocer ese `otro' que habita nuestro interior, a conocer y a reconocer nuestras fortalezas y debilidades (conócete a ti mismo). Para lograr cultivar valores de solidaridad, generosidad, cooperación, participación activa, trabajo en equipo, autonomía, etc., se requiere que cada niño o joven logre desarrollar y potenciar su autoconocimiento, su autoestima, la confianza en si mismo, el valor del grupo, y por esta vía recurrir a la escucha, al diálogo y a la búsqueda de instancias de negociación para solucionar conflictos por la vía pacífica. No se puede ser solidario o pacifista cuando ignoramos quienes somos o no toleramos al diferente. “Hemos logrado informaciones detalladas de casi todas las cosas debajo del sol; conocemos la actuación, las cualidades y las propiedades de casi todos los objetos y fenómenos de esta tierra. Pero no nos conocemos a nosotros mismos”.

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